MIOPIA FRENTE A LA PIZARRA
Las cifras de miopía en el mundo se han disparado y traído al piso todas las certezas que se tenían de esta condición oftalmológica.
En este contexto de tinieblas y panorma borroso cabe preguntarse ¿por qué los niños de todo el mundo están dejando de ver con claridad?
En 1960 entre el 10 y 20% de la población de China era miope. Hoy la cifra se ha disparado, y cerca del 90% de los adolescentes y jóvenes adultos lo son. Lo mismo sucede en Seúl, donde un 96.5% de los jóvenes de 19 años son miopes. Mientras, el 50% de los adultos jóvenes en los Estados Unidos y Europa sufren de miopía: el doble de la prevalencia de hace medio siglo. Por si fuera poco, la Organización Mundial de la Salud ha revelado que el 30% de la población infantil mundial presenta miopía, una realidad que genera un gran impacto en la salud a largo plazo, en el desempeño escolar y en el desarrollo social y emocional.
El doctor Jorge Pomatanta, médico oftalmólogo de la Clínica San Pablo en Trujillo, reflexiona sobre estas cifras y acude a la memoria para citar un estudio del Colegio de Optometría de la Universidad Estatal de Ohio en 2017, que concluye que la progresión de la miopía estaría relacionada, entre tantas variables, con un factor ambiental: los niños que menos tiempo pasaron al aire libre desarrollaron miopías más severas. “Estudios recientes revelan que el factor más concluyente en la miopía es el tiempo que un niño está expuesto a la luz brillante del día. A más tiempo al aire libre, menos posibilidades de desarrollar mayor miopía. Por ello desde hace algunos años la recomendación usual es que los niños miopes realicen deporte y otras actividades al aire libre”, revela Pomatanta.
Entendiendo la miopía
En la práctica, la miopía implica ver bien de cerca y mal de lejos. Una explicación más elaborada diría, en cambio, que se trata de un defecto refractivo en el que el ojo tiene un tamaño mayor de lo normal para la edad del niño, lo que origina que disminuya la capacidad para ver de lejos. En cualquier caso, hablamos de un problema físico que, de no ser tratado con anteojos o lentes de contacto, puede suponer alteraciones de comportamiento y emocionales en un niño.
El doctor Pomatanta explica que normalmente son los padres de familia y profesores de escuela quienes identifican el problema en un niño con miopía. Hábitos como el acercarse demasiado a la televisión, entrecerrar los ojos continuamente (al ingresar menor radiación solar a través de la pupila, la visión se aclara), o copiar del cuaderno de un compañero en vez de la pizarra, son algunos síntomas que indican que un niño puede sufrir de miopía.
El doctor Pomatanta, también miembro de la Academia Americana de Oftalmología, explica que existen muchos mitos relacionados a la miopía sin ninguna base científica. Así, revela que es falso que el uso de anteojos o lentes de contacto puedan detener el aumento de la miopía, de la misma forma que el no usar gafas no hará que la miopía aumente. “Son creencias sin sustento. La miopía es una condición con la que el niño tiene que aprender a vivir, sin miedos ni complejos. El buen acompañamiento de los padres puede hacer que el uso de anteojos no genere ningún tipo de inconveniente social o en la autoestima del menor”.Por ello, Pomatanta recomienda a los padres que acudan periodicamente junto a sus hijos a consultas oftalmológicas, a fin de asegurar la buena salud de los ojos y, en caso de detectar alguna anomalía o condición, tomar las medidas correspondientes para asegurar que el niño no tenga problemas en su desarrollo físico y emocional.
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