UN AGENTE SECRETO EN LA MIRA
El glaucoma, o la visión James Bond (porque uno de sus síntomas es la reducción del campo visual, como si viésemos por la mirilla de una arma), es una enfermedad que nos ataca desde adentro y muy silenciosamente; siendo una de las consecuencias más graves la ceguera. Sin embargo, es perfectamente controlable si se sigue el debido tratamiento. El doctor Jaime Parodi, de la Clínica San Gabriel, nos explica cómo escapar de este agente secreto tras nuestra mirada.
Conocida como “la enfermedad silenciosa”, en verdad al glaucoma debería conocérsele como “las enfermedades silenciosas”, pues en palabras del médico oftalmólogo de la Clínica San Gabriel, Jaime Parodi, “se trata de un conjunto de enfermedades asociadas a una neuropatía óptica, que es una enfermedad del nervio óptico. Y se dice que es un conjunto de enfermedades porque existe el glaucoma crónico, el agudo, el infantil, el juvenil y el adulto”. El nervio óptico es el que conecta el ojo con el cerebro, recibiendo sus órdenes.
En un cuadro de glaucoma, la presión que existe sobre este nervio se eleva, creando una complicación principal que es la pérdida del campo visual y, como degeneración más grave, la ceguera. ¿Pero de qué presión exactamente estamos hablando? El doctor Parodi explica: “En el cuerpo humano existen dos tipos de presiones, la sanguínea -conocida por todos-, y la intraocular. Esta última es causada por el humor acuoso, que es un líquido que se encuentra entre el iris y la córnea. Cuando la presión de este líquido se eleva podemos estar hablando de glaucoma”. Así, la presión intraocular, cuando está por encima de los valores normales produce un daño en el nervio óptico a través del agrandamiento del mismo, que merma sus funciones. Según Parodi, una presión normal puede oscilar entre valores de 10 y 20, un valor más elevado puede ser señal de presencia de glaucoma, aunque no necesariamente, pues hay gente que puede sufrir de hipertensión ocular pero no sufrir de daño del nervio óptico ni tampoco de merma del campo visual.
Los tipos de glaucoma
En un sentido amplio existen dos: el crónico y el agudo. El crónico es cuando el paciente sufre de hipertensión y su nervio óptico se va deteriorando como consecuencia. Es el tipo más común. El glaucoma agudo, por su parte, es una crisis súbita de dolor intenso en el ojo, con enrojecimiento y visión empobrecida. “En estos casos el paciente llega de emergencia con mucho dolor”, dice Parodi. Los demás tipos de glaucomas están en su variante crónica, ya que puede existir glaucoma crónico adulto -el glaucoma, por lo general, suele desarrollarse desde los 35 años-, aunque también hay casos excepcionales de glaucoma en jóvenes o niños. El gran problema con el glaucoma y que le da fama de “enfermedad silenciosa”, es que es completamente asintomático, aparte que tampoco se puede asegurar a ciencia cierta cuáles son los factores que predisponen a un individuo a sufrir de esta enfermedad.
El problema que le da fama de “enfermedad silenciosa”, es que es completamente asintomático.
¿Cómo detectar el glaucoma?
“Lo mejor es hacerse un chequeo de manera regular. A consulta pueden venir pacientes por cualquier motivo, hasta porque no ven bien, y ahí es mejor aprovechar y hacerle los exámenes correspondientes para descartar la presencia de glaucoma. Es aconsejable que este despistaje se realice más en adultos, pero la verdad es que no hay ningún síntoma que pueda avisarnos”, explica el doctor Jaime Parodi. Para el tratamiento del glaucoma agudo, se puede hacer un tratamiento a través de rayos láser y posteriormente continuarlo con gotas que controlen la presión intraocular. Sin embargo, para el crónico puede recetárcele al paciente medicamentos -gotas-, recurrir a tratamientos láser o a microcirugía invasiva. El tratamiento pertinente dependerá de las peculiaridades y gravedad de cada caso, pero es importante apuntar que el glaucoma no tiene cura -“lo más que podemos hacer los doctores es controlar la presión”, afirma el especialista- y es degenerativo; aunque con un tratamiento adecuado el paciente puede conservar sus capacidades visuales sin ningún problema durante toda su vida. Solo los descuidos en el tratamiento, o la falta de este, causan la temida ceguera.
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