¿Qué es y cómo se corrige el pie plano en un niño?
Lo que hasta hace unos años era motivo de alarma, hoy es considerado una condición reversible y tratable. ¿Qué es y cómo se corrige el pie plano en un niño?
La verdad sea dicha: la gran mayoría de seres humanos nacemos con pie plano. Como nuestras pequeñas anatomías, el pie de un infante es inmaduro y carente de una estructura definida. Solo el tiempo y el esfuerzo propio de sostenerse en dos pies y caminar hará que, poco a poco, el pie comience a estructurar los 26 huesos articulados y más de 100 ligamentos que conforman la bóveda de arcos de un pie maduro. Hecho y derecho.
Esta bóveda podal no es otra cosa que la base de una estructura elástica, dinámica y móvil, que tiene como principal función soportar el peso corporal cada vez que estamos de pie o caminamos. Pero esta fascinante estructura muestra a veces ciertas pequeñas imperfecciones: el talón se desvía hacia fuera, los arcos longitudinales comienzan a desarrollarse con una altura menor de la normal y, finalmente, el peso corporal no se reparte de forma armónica entre los puntos de apoyo habituales del pie, lo que produce una alteración de su biomecánica. Hablamos, entonces, de una condición llamada pie plano, en la que el arco está hundido y casi toda la planta se apoya en el suelo.
La doctora Blanca Ojeda Vargas, de la Clínica San Pablo en su sede de Huaraz, explica que esta condición puede deberse a una predisposición genética producida por un trastorno cromosómico primitivo, o adquirido por algún traumatismo específico en los primeros meses de vida. Para la especialista en terapia física y rehabilitación, el diagnóstico de pie plano podrá darse solo cuando el niño ya domine el arte de caminar. “Según la escala de desarrollo, un niño comienza a ponerse de pie a partir de los 9 meses. Es recién entonces cuando un especialista podrá identificar un desarrollo irregular del arco longitudinal del pie, y de ser el caso, recomendar cierto tratamiento para fortalecer los músculos involucrados con el correcto desarrollo de los arcos”.
Formando el arco del triunfo
Aunque para muchos es solo una condición estética, el pie plano puede producir a largo plazo cansancio al caminar, dolores en las piernas y, ya en la adultez, problemas relacionados a la columna y la postura. En este contexto, Ojeda revela que los nuevos hábitos de consumo conspiran contra el buen desarrollo de los pies en los niños. “Antes los bebés solían usar botas tejidas que permitían que el infante tuviera un contacto más natural con el suelo; por ello eran pocos los casos de pie plano. Hoy, en cambio, la moda por calzarlos con zapatos y zapatillas con suelas rígidas está perjudicando el buen desarrollo de los arcos del pie y, por consiguiente, generando más diagnósticos de pie plano”. Para la doctora, la forma más sencilla de prevenir alteraciones en el pie del niño es promover que este camine, -desde sus primeros pasos- descalzo y sobre terrenos irregulares como tierra, pasto y arena.
Si bien el 80% de los casos de pie plano en la primera infancia corresponden a “pies planos flexibles” que se resolverán espontáneamente con el pasar de los años, existen casos en los que el niño deberá seguir un tratamiento personalizado por personal médico, el cual normalmente consistirá en ejercicios que fortalezcan el arco (caminar en puntas de pie, por ejemplo) y, en casos más aislados, en el uso de plantillas o zapatos ortopédicos que estimulan el arco, corrigen la postura y evitan que el pie se deforme.
Para Ojeda, y en esto es enfática, la mayor prevalencia de adultos con pie plano se debe a la poca disciplina con el que se abordan los tratamientos en la infancia. “Los padres muchas veces no están atentos a que el niño continúe todo el proceso, e incluso interrumpen el tratamiento y los ejercicios cuando el dolor comienza a desaparecer. Esto es un error. La única forma de progresar en la estimulación y desarrollo de los arcos del pie es completando un debido tratamiento”.
Sin dramatismos ni grandilocuencias, el pie plano no debería ser un problema que genere alarma o preocupación. Como máximo, su identificación en los tiempos adecuados podrá suponer el incio de un tratamiento que, con el pasar de los meses, hará que el niño adquiera la fuerza y el equilibrio suficiente para, de una vez y por todas, pisar fuerte.
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