EL MILAGRO DEL NACIMIENTO
Ingrid Mamani llevaba un embarazo como cualquier otro, pero un desafortunado evento puso en riesgo su maternidad. Esta es la historia de una proeza médica que salvó a una madre, a su hija y a una familia.
Ambos llevaban la espera como cualquier otra pareja. Ingrid Mamani y Gabriel Sifuentes estaban emocionados por la llegada de Camila, su primera hija. Asistían a los controles como es de esperarse y llevaban los cuidados necesarios para que el embarazo fuera, como se dice popularmente, una dulce espera. Pero las cosas cambiaron repentinamente cuando una mañana –y sin previo aviso- a Ingrid se le hincharon desmedidamente las manos y los pies. Preocupados, fueron por asistencia al centro médico al que habían estado asistiendo; nadie les dio respuesta. “La clínica donde estábamos no nos daba información de lo que estaba pasando, simplemente teníamos claro que mi esposa tenía la presión alta, pero nada más”, recuerda Gabriel.
Fue por el gran descontento y la preocupación que decidieron ir de emergencia a la Clínica San Pablo, esperando que allí les dieran alguna luz del problema. Y fue así. A Ingrid Mamani Cobos se le diagnosticó preeclampsia. “La preeclampsia es conocida como la enfermedad de la madre”, dice la licenciada Jesica Sifuentes, coordinadora de cuidados intensivos neonatales de San Pablo. “Significa que a ella se le incrementa bruscamente la presión, y, en consecuencia, la placenta envejece y no puede albergar más al bebé. Tal incremento en la presión puede ocasionar en la madre daños muy graves”.
Media hora después de llegar a la clínica, Ingrid fue internada y, al segundo día, luego de que su presión se disparara por los aires, a los doctores encargados se les informó que debían alistarse para llevar a cabo una cesárea de emergencia. Luego de una horas nació Camila, una niña de poco menos de ocho meses, 1 kg. 970 gr. y 42 centímetros que, a pesar de ser prematura, no presentaba signos del algún mal, al menos a primera impresión. Pero el problema más grande estaba por presentarse.
Si bien la hipertensión arterial provocada por la preeclampsia desaparece -en más del 90% de casos- luego de dar a luz, a un menor porcentaje de mujeres les afecta aún luego del parto. Este fue ese caso. Luego de haber nacido, la niña fue llevada a una incubadora y “se le tuvo que dar soporte de oxígeno mediante ventiladores mecánicos neonatales”, dice el médico pediatra y neonatólogo José Salazar; Ingrid, por otro lado, fue a la Unidad de Cuidados Intensivos. Su presión no bajaba. Fueron semanas eternas para la familia. Cuando Ingrid fue estabilizada, su hija aún estaba en observación. “Solo podíamos verla por momentos, solo le podíamos tocar la manito. No la podíamos cargar ni hablarle. Camila estaba entubada y con un respirador artificial”, recuerda Gabriel.
El trabajo dedicado que los especialistas llevaron a cabo durante más de 20 días revirtió lo que parecía ser una historia con muerte anunciada. Poco a poco, primero la madre y luego la niña, empezaron a recomponerse. De allí en adelante, todo sería favorecedor. “La bebé estuvo en ventilación desde el 23 hasta el 27 de enero, fecha en la que fue extubada”, cuenta la licenciada. “Ella comenzó a respirar por su cuenta, pero aún con ayuda. El 27 empezó a tener una evolución favorable. Luego bajó a cuna, donde comenzó a ganar peso”.
Hoy, Camila tiene poco más de un año de edad y “hasta es más grande que otras niñas de su edad”, bromea el padre. “Ha tenido una evolución bastante satisfactoria”, agrega el doctor Salazar. “Su desarrollo psicomotor ha sido adecuado y no ha tenido ningún déficit motor o visual, gracias al esfuerzo que está haciendo su familia, que es muy responsable”. Cada vez que Gabriel e Ingrid van, con Camila en brazos, a una consulta en San Pablo, pasan por la capilla de la clínica y le cuentan que allí iban a rezar cuando había nacido. Ella aún no los entiende, pero cuando lo haga, se dará cuenta de que tiene a dos padres luchadores que harían lo que sea para que ella nunca deje este mundo.