A Fernando Herrera, de cuatro años, se le detectó un tumor cerebral que estuvo a punto de quitarle la vida. Castigado por misteriosas epilepsias y repentinos ataques de risa; sus padres iniciaron una incansable búsqueda de salud y esperanza que, por fin encontraron, en la Clínica San Pablo, la única que contaba con la solución. La radiocirugía estereotáctica, una operación compleja pero muy precisa, resolvió todas esas dudas que nacieron con una pregunta de alarma: ¿qué le está pasando a Fernando?
El pequeño Fernando Herrera Dioses guarda en su cuerpo cicatrices que son el vestigio de tiempos desesperados. Nacido como un niño normal en el distrito de Zarumilla, en Tumbes, sus padres, Greidi y Kelly, vieron la llegada de su primogénito con alegría, una alegría que duraría menos de un año, cuando Fernando empezó a experimentar irreprimibles ataques de risa. La primera reacción, cuenta Kelly, fue de contento: “Pensamos que era un niño risueño y alegre porque actuaba como si le estuvieran haciendo cosquillas”. Paradójicamente, la risa escondía un origen que el tiempo se encargó pronto en volverla un motivo de tristeza. A los pocos meses de nacido estos ataques de risa comenzaron a llegar con violentas sacudidas en el cuerpo, de torsiones, de muecas con la mirada perdida. Y cuando pudo dar sus primeros pasos, se arrancaba, sin aviso alguno, a correr, en carreras que terminaban con Fernando rodando por el suelo al desplomarse de la nada. De ahí las cicatrices que guarda en su rostro, en sus piernas y en su torso. Cuando los padres acudieron a los servicios de salud pública en Tumbes, los médicos ordenaron tomarle una tomografía cerebral y descubrieron una diminuta mancha en el centro de su cerebro. Por el tamaño de su masa encefálica, parecía ser un tumor pero no había seguridad de ello. Ya para entonces, la vida de Fernando era un infierno para alguien que apenas entendía lo que le pasaba y que, al atrofiárcele el habla, ni siquiera tenía forma de explicar lo que sentía. Las convulsiones, las carreras hacia la nada y esa risa inexplicable se repetían cada 20 minutos o menos al día, haciendo imposible que el niño pueda dormir sin ser despertado por los espasmos.
Cargados de fe, sus padres y su tío Eber López, quien vive en Lima, llevaron a Fernando al Hospital del Niño en Breña, donde quedó confirmado que en pleno centro de su cerebro existía el tumor causante de todas sus epilepsias. “Le dieron medicamentos que le ayudaron, pero las convulsiones seguían. Era duro verlo sufrir tanto”, cuenta su tío. Entonces comenzó la peregrinación de Fernando y su familia por hospitales de Lima para encontrar una cura, hasta que un médico les habló de una intervención que podía salvar a su hijo: la radiocirugía estereotáctica, un procedimiento complejo pero altamente eficaz. Fue así como les aconsejaron ir a la Clínica San Pablo. En la Clínica San Pablo, y a través de la Fundación Alvartez -entidad creada por el Grupo San Pablo y dedicada a la ayuda benéfica para personas de escasos recursos-, el pequeño Fernando llegó al departamento de Neurocirugía, siendo el doctor Marcos Vilca Aguilar el encargado de tomar su caso de manera totalmente gratuita. “De inmediato supe lo que le pasaba al pequeño. Casos así ya los había visto antes”, explica el experimentado neurocirujano. De allí se comenzaron a hacer los estudios previos para proceder con la radiocirugía. Finalmente, Fernandito pudo recibir este tratamiento gracias a la visión y espíritu innovador del doctor Rolando Paucar Jáuregui, físico médico responsable de la implementación de esta técnica neuroradioquirúrgica que en una primera fase sirvió para el tratamiento de lesiones tumorales y malformaciones arteriovenosas y actualmente para el tratamiento de patologías funcionales. La radiocirugía estereotáctica se realiza a través de un equipo conocido como acelerador lineal, el cual envía fotones de alta energía -rayos diminutos- hacia el tumor, “quemándolo” y procediendo así a su involución y posterior desaparición.
“De inmediato supe lo que le pasaba a Fernando. Casos así ya los había visto antes”, explica Marcos Vilca Aguilar, el experimentado neurocirujano de la Clínica San Pablo en Surco.
La operación prescinde del bisturí u otra herramienta invasiva, aunque es de alto cuidado pues “hay que enfocar todos los rayos con mucha precisión hacia el tumor. Si la radiación cayese un milímetro sobre la zona sana del cerebro, el paciente podría quedar inválido”, explica el neurocirujano. Así, luego de recibir anestesia general -en los casos de niños es necesaria pues un pequeño es difícil que se quede inmóvil-, Fernandito fue sometido a una operación de seis horas a cargo de un equipo de tres médicos expertos, luego de la cual las mejoras fueron notorias e inmediatas. “El proceso es ambulatorio”, explica el neurocirujano, y ni bien estuvo recuperado, el niño redujo sus epilepsias. “Solo le dan ataques de risa – a veces – y ya no tiene convulsiones. Pueden pasar días y él está tranquilo, ya puede caminar y hablar”, cuenta Kelly, la madre, agradecida y conmovida por el cambio. Ahora a Fernando solo le queda ir a sus chequeos de tanto en tanto y medicarse con anticonvulsionantes pues la desaparición del tumor es progresiva, pero ya no volverá a tener una operación -con una intervención basta para sanar a un paciente-, tampoco volverá a tener esos ataques de risa falsa, ni las epilepsias que sacudían su cuerpo extenuado por el poco sueño. Fernandito, a sus cuatro años, ahora podrá correr libre y a su voluntad, y con toda una vida por delante.
UN RAYO SALVAVIDAS
La radiocirugía estereotáctica (SRS), ¿qué es y por qué es uno de los mejores inventos médicos de los últimos tiempos?
- La SRS es una forma de radioterapia sumamente precisa, inicialmente desarrollada para tratar tumores pequeños del cerebro y anomalías funcionales del cerebro.
- Los principios de la radiación de alta precisión, están siendo usados actualmente para el tratamiento de tumores del cuerpo, en un procedimiento llamado radioterapia estereotáctica del cuerpo.
- A pesar de su nombre, y en comparación con la radioterapia tradicional, la SRS es un procedimiento no quirúrgico que entrega radiación sumamente enfocada en dosis mucho más altas, y en solamente uno o muy pocos tratamientos.
- Este desarrollo de tecnologías de radiación altamente avanzadas permite administrar dosis máximas que destruyen el tumor y logren un máximo control local.
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